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POSICIONAMIENTO ESTRATÉGICO DE LA AGROECOLOGÍA EN RELACIÓN CON LA AMENAZA DE CRISIS ALIMENTARIA GLOBAL

El objetivo del presente documento es aportar información que permita un amplio debate en el seno del
movimiento agroecológico en relación con la cuestión suscitada en los los últimos meses sobre la amenaza de una crisis alimentaria global. No tratamos de argumentar los aspectos positivos que la agroecología puede aportar en la solución de esta posible/supuesta crisis denunciada desde organismos internacionales, sino de informar sobre los temas focales que se están tratando en dichas instituciones, cual es el relato hegemónico y el peligro que ello conlleva para el desarrollo de la agroecología.
La amenaza de crisis del sistema alimentario no es nueva en los últimos años. Durante la crisis financiera
del 2008, el incremento de precios de los alimentos alertó sobre la inestabilidad del sistema alimentario
global. El Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) – una organización de gran prestigio como observatorio global, sobre todo en lo referente a los países en vías de desarrollo publicó entonces un informe sobre las crisis alimentarias por venir y los riesgos a corto y medio plazo de que se produjeran situaciones de inestabilidad y hambrunas en regiones específicas del planeta:
https://ebrary.ifpri.org/utils/getfile/collection/p15738coll2/id/5724/filename/5725.pdf.
En dicho informe se ponía el acento en las estrechas relaciones entre seguridad alimentaria, medioambiente (cambio climático) y energía (insumos, transporte y biocombustibles). Nada nuevo desde la AGROECOLOGÍA, pero que empezaba a aparecer en el horizonte de los decisores en políticas alimentarias a escala global.
En 2015, siguiendo con las reflexiones recogidas en el informe anterior, un think tank vinculado al partido
Demócrata norteamericano, el poco transparente Center for American Progress- CAP
(https://es.wikipedia.org/wiki/Centro_para_el_Progreso_Estadounidense), convocó un evento en formato de “juego de rol” (game) para discutir la eventualidad de una crisis alimentaria global. El juego preveía una crisis alimentaria global provocada por el crash energético y el cambio climático entre 2020 y 2022
(https://vimeo.com/147944443); crisis que se prolongaría y se recrudecería a lo largo de la década (2020-
2030). El informe de resultados es relevante (https://www.cna.org/archive/CNA_Files/pdf/iqr-2015-u-
012427.pdf
) pues determina los puntos claves de lo que hoy se nos alerta.
Es interesante ver el rol jugado en dicho evento por los distintos actores, especialmente por la UE, así como la dialéctica entre los intereses del sector privado (transgénicos, agricultura digital, libertad de comercio…) y los Estados. Del informe del “game” hay que destacar su sesgo “globalista” en el sentido de conformar una visión que conduce la discusión a la necesidad de fortalecer las instituciones multilaterales como la ONU como condición necesaria de cualquier solución. Para esta gente, la ONU debe liderar el proceso, coordinando las políticas de los países y marcando directrices globales. Para financiar el programa global, se hace hincapié en el establecimiento de un impuesto al carbono que operaría a través de un mercado global de derechos de emisión que gestionaría la ONU. Por eso se da mucha importancia al papel del cambio climático en la crisis, lo que justificaría dicho mercado de emisiones así como un segundo impuesto al consumo de carne.
Sin embargo, en el propio informe se recoge en varios puntos, que la crisis alimentaria no está causada por una falta de alimentos globales, sino por cuestiones de accesibilidad a los alimentos (localizada en regiones puntuales del planeta), y de ahí la importancia que se da al desarrollo de infraestructuras logísticas, el almacenamiento público (intervención de precios), la transparencia en la cadena alimentaria (información e integración vertical) y la reducción de los destríos y desechos alimentarios.
En la actualidad se están dando las condiciones previstas en el evento diseñado por el CAP: inflación de
precios alimentarios, crisis ecológica y crisis energética; de ahí la alerta dada desde distintas instituciones.
En este sentido, el IFPRI ha centrado su informe anual de 2022 en la interacción entre cambio climático y
sistema alimentario global. Aquí se puede consultar las principales conclusiones del informe :(Informe sobre la política alimentaria mundial de 2022: Cambio climático y sistemas alimentarios y aquí se puede seguir la presentación del mismo: https://www.youtube.com/watch?v=OTbDy4HcP2g.
Tomando como referencia dicho informe, muy en consonancia con el discurso hegemónico en el seno de los centros de decisión en materia de políticas agroalimentarias, podemos destacar algunos aspectos de
relevancia para el movimiento agroecológico:
• En el discurso medioambiental, conceptos como «ecología» o «ecosistema» pierden su centralidad
y son sustituidos por lo «climate smart». Esto supone algo más que un mero cambio de conceptos,
pues lo «climate smart» pone su centro de atención en las emisiones de CO2, la digitalización y la
biotecnología (enfoque tecnocientífico). Estas son las bases de la Agricultura 4.0.
• La Agricultura 4.0 se propugna como garantía de salud ante posibles pandemias . Frente a la
asepsia tecnocientífica, lo «natural» se percibe como caótico, desordenado y reservorio de
enfermedades (virus) que pueden pasar a los humanos por el contacto de la ganadería con las
especies silvestres (zoonosis).
• Se asegura que el cambio climático está generando la descampesinización del mundo rural y la
aceleración del proceso de concentración demográfica en grandes ciudades. El abandono del
campo es una de las causas de crisis alimentaria, sobre todo en países de menores rentas. Dado
que se prevé el despoblamiento del medio rural, la agricultura 4.0 hace hincapié en la importancia
de incorporar tecnologías como la robotización y el despliegue de infraestructuras digitales que
permita la gestión de datos en tomas de decisiones (en última instancia, Inteligencia Artificial) en un
contexto de despoblamiento rural.
• En este modelo, la seguridad alimentaria (en términos de garantía de suministro a precios
asequibles) requiere garantía de oferta, integración vertical de la cadena de valor y liberalización de
mercados. Para lo primero es fundamental el disponer de recursos hídricos; lo segundo requiere la
conformación de organizaciones empresariales que sean capaces de incorporar en sus operaciones
el mayor número de eslabones de la cadena, desde la fase productiva hasta la distribución
detallista; para lo tercero es fundamental que dichas organizaciones tengan un enfoque global así
como que se establezca una normalización (armonización regulatoria) del comercio. Esto nos lleva
a un sistema alimentario dominado por grandes corporaciones globales, que compiten entre ellas
por el agua (tierras de regadío) y en un contexto de comercio internacional desregulado (OMG,
límites fitosanitarios, etc).
• Asimismo, la visión hegemónica en relación con el futuro del sistema alimentario global plantea dos
estrategias de actuación frente al cambio climático: la mitigación o la adaptación a los cambios. La
primera se focaliza en políticas de reducción de emisiones de CO2 y gases efecto invernadero a lo
largo de toda la cadena de valor, para lo cual se propugnan medidas tendentes a la creación de
derechos de CO2, la renaturalización de los espacios agrarios menos productivos (o donde no sea
rentable el desarrollo de la agricultura 4.0), la incorporación de medidas de eficiencia energética y
uso de energías renovables y la reducción de la ganadería. Para lo segundo, se defiende el papel
de la ingeniería genética, la digitalización de la producción agraria (agricultura de ultraprecisión), la
reducción de destríos gracias a un sistema de distribución más eficiente y la eficiencia energética.
• En este contexto, el enfoque agroecológico se encapsula dentro de las políticas de resilencia a
desarrollar durante el periodo de transición hasta la implantación generalizada del nuevo modelo.
Se trataría de una suerte de «bálsamo social» a implementar en espacios periurbanos, zonas
rurales de escaso valor productivo o en el marco de políticas sociales dirigidas a colectivos
vulnerables.
• Para transitar por dicho periodo, se propugna que los centros de toma de decisiones desarrollen
políticas que aborden la cuestión alimentaria desde una perspectiva multidimensional que incluya,
no sólo la producción y distribución alimentaria en sí, sino cuestiones que incorporen factores de
salud, educación, modelos de dieta o sostenibilidad energética. Este nuevo enfoque debe estar
orientado a facilitar que la población en general acepte el enfoque tecnocientífico como lo
«conveniente», moderno y «seguro» frente a enfoques «negacionistas» como el agroecológico.
• Entre las políticas a desarrollar durante el periodo de transición, se citan las siguientes:
Desarrollar sistemas de gobernanza multinivel, en el que deberán jugar un papel fundamental
de coordinación y dictamen de directrices, organizaciones internacionales como la ONU que
impulsará la celebración de tratados internacionales vinculantes para los Estados.
Focalizar las políticas de subsidios agrarios hacia medidas de mitigación o adaptación al cambio
climático, evitando cualquier intervención de recursos públicos que supongan la distorsión de
precios internacionales.
Orientar la financiación privada a inversiones coherentes con la estrategia general, facilitando la
disposición de recursos que permitan un cambio de escala del conjunto de la cadena
alimentaria (fondos de inversión, corporaciones globales, banca internacional)
Fuerte inversión en el complejo tecno-científico orientada a dar soluciones en el marco del
desarrollo de la Agricultura 4.0. Con ello, además, se consigue hacer de las instituciones
científicas (universidades, institutos tecnológicos) las mejores defensoras y prescriptoras hacia
la población en general del modelo tecnocientífico.
Programa de gasto público (subvenciones, agencias públicas, etc) dirigido a centros educativos,
medios de comunicación y ONG’s, con el fin de conformar un estado de opinión pública
mayoritaria favorable a la instauración del nuevo modelo
En este contexto, podemos intuir que la crisis ecológica, demográfica y el colapso del sistema económico se quieren resolver, por los mismos que nos han llevado a esta situación, mediante un nuevo giro de tuerca sobre la población campesina, el medio rural y las clases trabajadoras.
El cambio climático y la inestabilidad del sistema alimentario están sirviendo de excusa para la implantación de un nuevo modelo agroalimentario que profundiza en la desnaturalización de nuestras sociedades. Generalización del uso de OMG’s, apropiación de las tierras de regadío por grandes corporaciones (fondos de inversión), digitalización (infraestructuras de datos, Inteligencia artificial, robotización), descampesinización del medio rural y propaganda tecnocientífica serán, al parecer, las señas de identidad de los próximos tiempos que están por venir.
Por otro lado, atendiendo a experiencias recientes, es posible que se simplifique el debate a través de la
polarización de posicionamientos, en los siguientes términos:

Agricultura 4.0Agroecología
GobernanzaGlobalismoSoberanía
TecnologíaBiotecnología,
digitalización,
robotización
Tecnologías basadas
en la naturaleza
Cadena alimentariaIntegración verticalRelocalización e
intercambio
Sujeto económicoCorporaciones
globales
campesinado/
explotación familiar
MedioambienteCambio climático
(emisiones de CO2)
Biodiversidad y
regeneración de
suelos
TerritorioDesagrarización del
medio rural
Restauración de
agroecosistemas
SalubridadAsepsiaSalud integral
FinanciaciónFondos de inversiónEstado y banca local
InfraestructurasInfraestructura de
datos
Servicios públicos

Es imprescindible que el movimiento agroecológico tome conciencia del momento encrucijada en el que nos encontramos. La polarización a la hora de construir el relato público y la apropiación del discurso
ambientalista por parte de los adalides de esta agenda, son dos de los problemas a los que ya nos estamos enfrentando. Toca ahora definir una estrategia comunicativa propia y renovada. Pasar de la resistencia al combate.
Jesús Parra Orellana
Red Agroecológica de Cádiz (RAC)